Es un hecho que para los que practicamos el ciclismo de montaña
las emociones son el pan de cada día.
Desde las maravillosas vistas de los paisajes que nos rodean,
hasta la adrenalina que soltamos al tener que sortear las exigencias técnicas en
las veredas que circulamos.
Sin embargo, hay muchas más emociones que la bici nos da sin
estar siquiera montados en ella, lo que de verdad se agradece de este noble
deporte, que nos ayuda a lidiar con la vida y problemas cotidianos y el maligno
estrés que nos hace la vida casi imposible.
Vamos a ver cuáles pueden ser algunas de estas emociones:
-
Los
sentimientos agridulces de estar el lunes temprano en la oficina, escuela o
similar, sabiendo que nos espera una semana más dura que una sesión de
intervalos anaeróbicos, pero todavía con las emociones del fin de semana que se
hacen más notorios cuando vemos las fotos de la rodada que nos envían los amigos
por mail.
- Los
mismos sentimientos agridulces de un viernes en la tarde en la oficina,
frustrado por estar encerrado después de una semana de pavor, pero al mismo
tiempo con la emoción de saber que el fin de semana está a la vuelta de la
esquina y que pronto estaremos de nuevo en la montaña.
- La
emoción que da durante la semana al estar pensando en la ruta o rutas que
haremos el fin de semana y de repasar mentalmente cada lugar por donde queremos
pasar.
- Cuando
sudan las manos al pensar que este fin de semana haré la bajada que me pone los
pelos de punta y que no me he atrevido a rodar completa, pensando en que en esta
ocasión por fin podré vencerla.
- Otro
sudor de manos por estar pensando en la competencia de este fin de semana y de
pensar en toda la bola de aferrados con los que tendré que batallar durante las
vueltas que me toquen dar y esto se incrementa cuando nos ponemos el reto de
subirnos al podio. Ahí sudan las manos, los pies y demás lugares que se puedan
imaginar.
- La
emoción que da al poder completar una reparación a nuestra bici que de verdad
nos puso a prueba, desde el investigar la forma de hacerla, el comprar las
refacciones y el realizarla exitosamente.
- El
día previo a la rodada cuando estamos sacando lo necesario: ropa, mochila,
herramientas, comida, casco, etc, etc, y etcétera. Todo esto al mismo tiempo que
ponemos la bici a punto: presión de llantas, aceite de cadena, presión de aire
en suspensiones, etc., y todo esto acompañado de tu bebida favorita, mmmmm!
- El
gusto que te da cuando vas al punto de reunión muy temprano en la mañana y ves a
los que van a su casa todos desvelados y pidiendo esquina para irse a dormir,
cuando el sol está por aparecer y pinta para un día maravilloso.
- El
cansancio que disfrutas el domingo en la tarde, aunque la familia te esté
reclamando que además de que te desapareciste casi todo el día, lo que resta lo
pasas en calidad de bulto.
- El
saludar a los amigos e ir platicando mientras ruedas.
- La
frustración que se siente cuando estás enfermo y te asomas a la ventana y ves un
día maravilloso y tú estás fuera de circulación para rodar.
- La
emoción de poder volver a rodar después de recuperarte de la enfermedad.
- Y
qué me dicen de una buena comida después de rodar sin los remordimientos
clásicos de la dieta.
Y así podemos seguir sumando emociones y más emociones, en donde
es claro que la bici no sólo nos ofrece maravillosas sensaciones cuando vamos
rodando, sino que también nos permite continuar disfrutando de ella los demás
días de la semana.
Es un deporte lleno de privilegios y es por eso que cada vez más
vemos gente que se anima a practicarlo, en busca de todas estas emociones que
nosotros ya disfrutamos todos los días.
Y a ti, qué más emociones te causa el practicar el ciclismo de montaña?
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